lunes, 30 de marzo de 2009

Tres décadas de “Escuela de la Guitarra—Exposición de la Teoría Instrumental” (Parte I)

Artículo de opinión - Marzo de 2009

Tres décadas de “Escuela de la Guitarra—Exposición de la Teoría Instrumental”

1. ACERCA DEL TRABAJO Y LA REFLEXIÓN


Pocos días antes de tomar mi (ansiosamente esperada) primera clase con Abel Carlevaro yo había estado leyendo un libro acerca de varios guitarristas uruguayos. En el capítulo dedicado a quien iba a convertirse en mi maestro, la transcripción de una frase suya me dejó literalmente perplejo. La enigmática declaración de Carlevaro que leí ese día significó una primera muestra del proceso de permanente remoción de preconceptos que me aguardaba, para sorprenderme sin pausas de ahí en más, hasta que llegué a comprender los cursos tan lúcidos de su pensamiento. La frase en cuestión era: "Hay gente que trabaja doce horas por día; yo creo que hay que pensar doce horas diarias y trabajar una"(1). Poco tiempo iba a pasar para que —más allá de la exageración, seguramente empleada por Carlevaro para espantar escépticos y remover perezas— yo comprendiese cuán profunda y significativa era su explícita postura acerca de la relación entre reflexión y trabajo.

Un par de semanas después de aquella sorprendente lectura, cuando finalizaba mi primera clase con el maestro, le pregunté acerca del significado que tenía para él eso de "pensar en la guitarra". Su respuesta anticipaba el mundo nuevo que se abriría para mi concepción del instrumento y de su estudio a partir de ese instante: "¿Pensar en la guitarra? Eso es lo que yo le voy a enseñar", me dijo. Al cabo de la segunda clase mi interrogante había cambiado sustancialmente: ¿cómo era posible que nadie antes hubiera pensado así las cuestiones referidas a nuestro instrumento? Muchas cosas sucedieron desde aquel ya lejano 1974 entre las cuales, sin dudas, una de las más importantes fue la aparición de "Escuela de la guitarra. Exposición de la teoría instrumental", libro en el que Carlevaro planteó sus revolucionarios conceptos acerca de la técnica guitarrística, o sea, acerca del delicado proceso que significa llegar a hacer música tocando la guitarra. Se cumplen en este 2009 treinta años de que las ideas desarrolladas por el gran maestro uruguayo quedaron explicitadas por escrito, después de haberlas transmitido durante largo tiempo en la vivencia directa de sus clases privadas y colectivas. El libro, publicado originalmente en Buenos Aires, ha sido reeditado numerosas veces en su versión en castellano, y además fue traducido a varios idiomas (inglés, francés, alemán, chino, japonés, coreano). No resultaría aventurado imaginar que buena parte de los profesionales y estudiosos de la guitarra lo deberían haber leído en profundidad, al menos para conocer —y eventualmente refutar— los removedores planteos de su autor. Sin embargo unos cuantos indicios, fácilmente perceptibles para quien quiera enterarse de la realidad actual de la guitarra, obligan a pensar que no todos quienes dicen "saber" qué era lo que sostenía Carlevaro lo conocen realmente y —mucho menos— ponen en práctica su consejo acerca de dar primacía al pensamiento sobre el trabajo bruto. Da la sensación, muchas veces, de que ha comenzado a primar la necesidad de obtener recetas fáciles para eludir los problemas fundamentales sin resolverlos realmente, en búsqueda de un éxito rápido y de una acumulación irracional de repertorio "difícil" (léase: llamativo).

Hoy en día los avances tecnológicos nos permiten estar al tanto, en tiempo real o con poquísimo retardo, de los modos de pensar y de tocar de una buena parte de los guitarristas del planeta. Desde los principiantes hasta los maestros más renombrados exponen sus ideas y sus inquietudes en foros especializados de Internet, y nos muestran sus ejecuciones a través de Youtube o similares. Y aquí es cuando retorna a nuestra mente aquella frase iniciática de Carlevaro. ¿Cuál es la proporción de tiempo que muchos guitarristas —ilustres desconocidos o famosos— destinan a la reflexión en relación con lo que dedican al trabajo directo sobre el instrumento? ¿Cuánto sigue habiendo de "bajar la cabeza, cerrar los ojos y arremeter contra el encordado" sin haber resuelto previamente los problemas que presenta un pasaje o una obra completa? O, en una situación igualmente negativa: ¿hasta qué punto la profusión actual de información acrítica y la búsqueda fácil del éxito inmediato no están impulsando a que los guitarristas jóvenes sustituyan la reflexión y el estudio meditado por la mera copia de los "modelos" que proliferan en la red? Pondré solamente algunos ejemplos que me mueven a ser pesimista en lo que respecta al futuro artístico de la guitarra si se persiste en ciertas conductas y si no se sigue el consejo de Carlevaro de pensar profundamente antes de emprender el trabajo concreto sobre las seis cuerdas.

Los ruidos que yo no oigo, no existen...


Hace treinta años que está escrito (y hace aun más tiempo que fue explicado por Carlevaro a sus primeros alumnos) el por qué de los ruidos (estridentes, molestos, signo exterior de desprolijidad interior) que producen los dedos de una mano izquierda mal educada al moverse en el diapasón de la guitarra. Generalmente vienen acompañados, para un observador exterior, de una muñeca rígida y un brazo torpemente tenso y pasivo que sostiene a una mano izquierda "escondida" detrás del diapasón. He visto a menudo filmaciones de muy renombrados maestros internacionales (2) que delatan con chirridos más que frecuentes sus acciones sobre las cuerdas. Es llamativo, porque en algunos casos se trata de profesionales que por razones históricas o geográficas deberían conocer las enseñanzas de Carlevaro. He escuchado personalmente, a algunos de esos mismos maestros, molestarse ostensiblemente cuando durante un recital suyo se producía algún ruido en las cercanías (toses, papel de caramelos, pasos de gente). No puedo evitar preguntarme: ¿habrán pensado alguna vez estos guitarristas que así como a ellos les molestan los ruidos del público, porque les hacen perder concentración, al público le pueden molestar sus chirridos justamente por la misma razón? ¿Sabrán estos maestros que la guitarra tiene desde hace décadas una teoría instrumental que explica cómo usar el brazo izquierdo y cómo retirar los dedos del diapasón sin que haya ruidos y, además, haciendo un desgaste de energías mucho menor? ¿Tienen derecho, maestros con responsabilidad en la formación de jóvenes guitarristas, a ignorarlo después de treinta años de que alguien mostró cómo hacerlo, en la teoría y en la práctica? ¿Pensaron alguna vez que mover los dedos de la forma en que lo hacen es similar a caminar arrastrando los pies? ¿O será que tampoco se detienen a escuchar su propia ejecución, o que aceptaron irreflexivamente, como cierto, que los ruidos de la mano izquierda son inevitables? Además de acumular horas de trabajo sobre el instrumento, ¿se detuvieron alguna vez a pensar en cuál es la función del brazo y de la muñeca en el accionar de los dedos de la mano izquierda sobre el diapasón? ¿Se cuestionaron, aunque más no fuera una vez, por qué mantienen rígida y tensa la muñeca, evitando utilizar justamente la articulación más completa, dúctil y refinada de que dispone el cuerpo humano, y que les permitiría manejar los dedos con más precisión y delicadeza?

Ya lo cantaba Carlos Gardel: "no hay duda alguna, es la muñeca..."

Toda vez que alguien quiere centrar en algún punto del cuerpo humano la precisión y justeza para un trabajo delicado se refiere al pulso o la muñeca. Desde ella se gobiernan los actos más refinados de la mano, ya sean las indicaciones del director de una orquesta, el trazo de un gran dibujante o el manejo que del caballo hacía el gran Leguisamo a quien cantó Gardel. Causa extrañeza, entonces, observar cómo hay maestros que —irreflexivamente, repitiendo postulados que no se sabe dónde surgieron— pontifican aconsejando a sus alumnos la inmovilidad de tan exquisita articulación y se espantan agitando fantasmas de supuestas futuras lesiones cuando ven con qué flexibilidad y soltura la utilizaba Carlevaro o la utilizan algunos de sus discípulos. Causa extrañeza, también, que no asocien aquellos ruidos y la sensación de esfuerzo que denotan tantas ejecuciones que es posible observar hoy en día, con la rigidez de la muñeca, con la presión inconveniente del pulgar y con la actitud tensa y pasiva del brazo (actitud que proviene, ¡cuándo no!, del mismo desconocimiento de cuáles deben ser sus funciones). Hace más de treinta años que está escrito cómo, mediante la utilización inteligente y flexible de la muñeca (transformadora y multiplicadora de los movimientos de la mano y los dedos), es posible gobernar con soltura y sin esfuerzo la acción sobre el diapasón. Esos escritos, además, están avalados por la práctica de una carrera musical singularmente excelente y excepcionalmente larga. Pero, parece ser cierto que cambiar modos de trabajo arraigados tras un siglo de copiar modelos sin cuestionarlos, exige un esfuerzo de reflexión que no todos los guitarristas demuestran estar dispuestos a hacer. Son otras las urgencias, y ya no hay tiempo para pensar...

Haz lo que yo hago, y no preguntes por qué.


En aquellos tiempos en que Carlevaro exponía por primera vez los frutos de sus reflexiones, siempre con razones sólidamente fundadas, solía decir que hasta ese momento y salvo excepciones, la técnica de la guitarra había ido evolucionando de un modo irreflexivo y repetitivo. Los discípulos creían a pies juntillas lo que decían sus mayores y lo repetían sin detenerse a meditar en lo que hacían. Basta un breve recorrido en Internet por los foros de guitarristas más frecuentados, para darse cuenta de que algunas cosas no han cambiado demasiado. Ya sea en el mundo angloparlante, como en los foros que comparten nuestra lengua castellana (por citar algunos entornos importantes en cuanto a su vida guitarrística) se siguen planteando recurrentemente las mismas cuestiones que provienen de la época de Tárrega, apenas vestidas por ciertos "aggiornamenti" que no pueden ocultar el olor a naftalina. Por ejemplo se sigue insistiendo, para la acción de los dedos de mano derecha, en la falsa dicotomía entre "toque apoyado y sin apoyo" ignorando olímpicamente la vasta gama dinámica y tímbrica planteada por Carlevaro en la teoría y en su práctica concreta (y la de muchos de sus verdaderos discípulos, aquellos que optaron por aprender a pensar siguiendo su ejemplo y no a "clonar" sus gestos externos). He leído y escuchado más de una vez (incluso aquí en Montevideo) que los planteos de Carlevaro ya están "viejos" y superados. Esto podría estar muy bien, e incluso ser bienvenido, si proviniese de alguien que —conociendo a fondo qué fue lo que planteó el maestro uruguayo— tuviera razones para explicar por qué ciertas propuestas aparentemente nuevas pueden significar una superación de aquellas otras publicadas hace ya treinta años. Lo realmente triste es que quienes así hablan o escriben suelen no saber siquiera cómo sentarse o —peor aun— no saben explicar por qué se sientan como lo hacen, o por qué toman el instrumento como lo toman, o cuáles son los mecanismos que permiten retirar los dedos del diapasón sin esfuerzo, sin rozamiento, sin pérdidas de energía, sin ruidos, o cuáles son las funciones de las piernas en la práctica de la ejecución guitarrística, o... tantas otras cosas. Es decir, no se han detenido nunca a leer los documentos más importantes de esta teoría instrumental, y aceptan sin la menor crítica opiniones de supuestos maestros que —para eludir el bulto de su propia desidia mental— les dicen: "eso ya está obsoleto" mientras, en la realidad, siguen repitiendo las mismas acciones de los guitarristas anteriores a Carlevaro (el brazo izquierdo rígido, el codo haciendo fuerza hacia atrás, la muñeca siempre inmóvil e inútil, el pulgar presionando en exceso el brazo de la guitarra, constantes ruidos en los traslados, sonido monocorde y pobreza tímbrica, notas "martilladas" o "arrancadas" cada vez que se quiere elevar la dinámica). Es decir que la proclamada "superación" es en realidad un retorno al pasado (aunque envuelto "para regalo" en el papel de fantasía de un supuesto "dominio técnico" contabilizable en notas por segundo). Suele suceder que quien pretende superar descubrimientos revolucionarios, desconociéndolos, opta en realidad por el retroceso o la reacción.

Más importantes que las respuestas, son las preguntas.


La enseñanza más importante que dejó Carlevaro, creo yo, sigue estando en la frase a que aludí al comenzar. Por muy importantes que hayan sido sus respuestas a los diversos problemas que plantea una ejecución musical seria en la guitarra, lo verdaderamente esencial, treinta años después de la publicación de su libro sobre la teoría instrumental, sigue siendo la actitud cuestionadora y la aversión por la repetición irreflexiva. Para seguir avanzando no hay más remedio, entonces, que seguir destinando tiempo a pensar y —sobre todo— a preguntarse. ¿Dedican tiempo los guitarristas, hoy, a meditar, a leer, a cuestionar y cuestionarse? ¿O están demasiado ocupados en "estudiar", invirtiendo sus horas en acumular repertorio no importa a qué precio? ¿Se preguntan, antes de seguir usando irreflexivamente el "apoyo", qué es lo que provoca los cambios dinámicos en la ejecución de la mano derecha? ¿Cuántos guitarristas han reflexionado alguna vez en lo que significa la afirmación de Carlevaro de que la velocidad de ataque debe ser la misma para un sonido piano que para un sonido fuerte, y que el volumen sonoro no está en función de esa velocidad? ¿Cuántos conocen los mecanismos de que dispone el guitarrista para variar la masa que interviene en el ataque de una cuerda si quiere variar la dinámica sonora? ¿Cuántos se han planteado alguna vez cuáles son los procedimientos para contener el impulso de un dedo, o cuál puede ser la forma de ataque para que no sea indispensable "frenar" a ese dedo en la cuerda contigua? ¿Cuántos se han preguntado cómo obtener timbres diferentes y simultáneos en un mismo sector del encordado? ¿Cuántos son conscientes de cuánto se empobrece el resultado musical cuando estas preguntas no han encontrado respuestas adecuadas? ¿Cuántos conocen y aceptan a plena conciencia la afirmación de Carlevaro de que "la educación de los dedos no será correcta si no se completa con la educación de la mano, la muñeca y el brazo"? ¿Cuántos son conscientes, en el momento de sentarse a practicar ciertos ejercicios, de qué es lo que realmente están educando al trabajarlos? ¿Cuántos saben, cuando utilizan la palabra "técnica", lo que ella significa? ¿Cuántos se preguntan, con sano hábito, por qué hacen lo que hacen? ¿Cuántos maestros, en fin, transmiten a sus discípulos la importancia de preguntar y preguntarse?

ALFREDO ESCANDE
Marzo de 2009
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(1) Gladys Cancela. La guitarra y su magia. Editorial Goes, Montevideo, 1973. Pág. 127

(2) Que dicen, algunos de ellos, haber conocido a fondo las enseñanzas de Carlevaro y admirarlo a él personalmente.

5 comentarios:

Silvina Miretti dijo...

Excelente artículo !!....bueno, ojalá no tuviese Usted que escribir este tipo de cosas...pero bué...Ojalá sirva. Al menos a mí me sirve mucho todo lo que aprendo de Usted. Muchas gracias.

Magdalena dijo...

Hola Alfredo es la primera vez que veo tu blog. está grande. Aveces pienso en como me trataron algunos aquí y eso que nunca fui tan directa como lo que tu escribes... Nunca me puse a dar ese tipo de consejo- comentario y sin embargo es sólo enseñar diferente les hacía sentir mal, como insultados. Espero que esto lo pueda mandar. Muchas veces me resulta difícil hacerlo cariños Magdalena

JoanaFernandes dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
JoanaFernandes dijo...

Hola Alfredo, na esperanza que leas mi comentário, te escribo. Soy alumna de guitarra en Portugal, y acabo de leer tu libro de Abel, Un Nuevo Mundo en la Guitarra. Estoy encantada. Te quiero felicitar por lo trabajo que has hecho. Yo no conocí a Abel, pero después de leer el tu libro, me sinto muy próxima de su pensamiento e muy encantada con todo lo que el ha hecho. Gracias por tornares posible que todos nosotros possamos asi conocer a Abel, aun que no lo conocimos de verdad. Pues nada, te felecito y te agradeço en nombre de toda la comunidad guitarrista. Con cariño. Joana

Alfredo Escande dijo...

Estimada Joana: te pido disculpas pues recién hoy he visto tu tan amable mensaje. Te lo agradezco muchísimo, y me halaga saber que el libro te ha gustado tanto. Quedo a tu disposición para cualquier consulta que quieras hacerme. Será un gran gusto estar en contacto contigo. Mi correo electrónico es aescande@gmail.com
También puedes ubicarme en facebook.
Saludos muy cordiales desde Montevideo
Alfredo Escande